Colombiano de sangre, Rafael creció en el País Vasco de Francia. Se formó como fotógrafo en la Escuela de Fotografía ETPA en Toulouse, con el objetivo de fortalecer sus habilidades en este campo y de avanzar con sus proyectos personales.
Su fascinación por la fotografía inició desde su infancia cuando empezó a cuestionar la esencia de la realidad en su entorno y la composición de la naturaleza que lo rodeaba. Fue así como a sus 13 años, y gracias a la cámara de su abuelo, experimentó el poder de la luz para transformar y volver lo real más abstracto.
A sus 23 años, en la ciudad de Nueva York, trabajó con Christopher Anderson, fotógrafo de la Agencia Magnum. Fue gracias a este encuentro que Rafael entendió la importancia de plasmar su amor por la humanidad en sus trabajos de fotografía. Buscando aplicar las enseñanzas de su maestro, y tras un día de trabajo de más de 10 horas en el metro de Brooklyn, nació uno de sus proyectos más significativos en el que captó la diversidad étnica y cultural de 23 caminantes.
Durante 3 años más, en la ciudad de París, trabajó como fotógrafo de moda, de boda y de conciertos, lo cual le llevó a perfeccionar su técnica. En su tiempo libre, se inspiraba de la calle para expresar su pasión por la composición de su entorno. Pero fue hasta el año 2016, en su regreso a Colombia y frente a la potencia de sus paisajes y la calidez de su gente, que su lente encontró un hogar, y su fascinación por la luz definió su nuevo lenguaje en el mundo de la fotografía.
Allí hizo parte de proyectos humanitarios con comunidades vulnerables y siguió con esta inmersión callejera. Luego, del 2017 al 2019, trabajó en un proyecto artístico-social con la universidad Javeriana, en el cuál retrató la cotidianidad de 23 mujeres profesoras de matemáticas de diferentes regiones del país. Esta exposición visibilizó y apoyó la validación del rol de la mujer matemática en la sociedad colombiana.